Hoy en día, la flor es un artículo casi de lujo, entendido de esta manera como algo no necesario para subsistir. Es un elemento meramente decorativo que usamos para alegrar nuestro hogar, nuestro puesto de trabajo… nuestra vida en general.

Pero les traigo hoy una anécdota de una época en la que una flor, concretamente el tulipán, se convirtió en efecto en un artículo de lujo tan exclusivo que provocó toda una burbuja especulativa a su alrededor.

En torno a los años 30 del siglo XVII, el tulipán vivió un boom de popularidad sin parangón. Traido desde Asia, el emperador Maximiliano empezó a usarlos para adornar sus jardines. Esto hizo que la alta sociedad holandesa se fijara en esta hermosa flor y empezara a coleccionarla. Por razones que en aquel tiempo se desconocían, los tulipanes cultivados en Holanda sufrían variaciones en su apariencia, naciendo así los tulipanes multicolores, irrepetibles, lo que aumentaba su exotismo y por tanto su precio. Más aún cuando ese cambio de color era aleatorio en cada bulbo, siendo imposible prever de qué color saldría la flor. Hoy se sabe que la causa de ese fenómeno era un parásito de la flor, el pulgón, que transmite un virus a la planta conocido como Tulip Breaking Potyvirus.

Como la flor sólo se da en verano, los productores empezaron a vender, durante el resto del año, un derecho de compra de un bulbo de tulipán. Esto llevó a una espiral especulativa muy peligrosa cuando los compradores revendían ese derecho de entrega a un precio cada vez más alto. En 1635, el precio de cuatro decenas de bulbos llegó a situarse en 100.000 florines, cinco veces más que lo que ganaba un artesano anualmente.

Las cosas se complicaron cuando la fiebre del tulipán pasó a las clases medias y bajas, que veian en la venta de los derechos una jugosa opción de obtener rentabilidad. En el verano de 1636, el precio del derecho de compra de un bulbo pasó de 20 a 100 florines en unos pocos meses.

Todo se hundió en 1637, cuando una cosecha mal dada hizo que los productores no pudieran servir todos los bulbos cuyos derechos habían vendido anteriormente. Al enterarse de esa situación, los propietarios de los derechos, que podían verse sin el dinero y sin la planta, comenzaron a malvender masivamente, provocando la primera burbuja especulativa de la Historia. En este hundimiento se vieron comprometidos los ahorros de miles de personas que vieron su inversión quedarse en nada en apenas unos meses. Las bancarrotas se sucedieron y golpearon a todas las clases sociales. La falta de garantías de ese curioso mercado financiero, la imposibilidad de hacer frente a los contratos y el pánico llevaron a la economía holandesa a la quiebra.

El relato de estos acontecimientos fue popularizado por el periodista escocés Charles Mackay, que lo reflejó, en 1841, en su libro Memorias de extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes.

 

Fuentes: Wikipedia y ABC.es.

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